Edgar Valcárcel Arze, compositor y maestro

Profesor Emérito del Conservatorio Nacional de Música, Director del Conservatorio en dos períodos, uno de los más notables músicos que el Perú ha dado al mundo.




domingo, 14 de marzo de 2010

Raúl Renato Romero - Director, Escuela de Música PUCP

Edgar Valcárcel Arze (1932-2010)


78 años. Una vida larga y fructífera. La expectativa de vida de un hombre en el Perú es de 75 años. El maestro Valcárcel excedió en tres años esa promesa de vida. No habría en teoría, nada que lamentar, sino más bien de celebrar, de traer a la memoria gratos recuerdos, de realizar balances sobre su obra y sus aportes a la cultura del país. Y sin embargo, toda la comunidad musical del país siente una profunda tristeza, porque aun lo necesitábamos, todavía era nuestro referente y nuestro modelo a seguir.


Si bien la llamada generación del cincuenta estaba compuesta por varios grandes maestros, hay dos de ellos que a través del Conservatorio Nacional de Música ejercieron la más grande influencia en varias generaciones de músicos en el Perú a partir de la década del setenta.. Uno de ellos, Enrique Iturriaga, y el otro, Edgar Valcárcel. Ambos de personalidades muy diferentes, y de tendencias musicales muy distintas. El maestro Edgar era más radical y aventurero, tanto en su vida como en su universo musical. Se zambulló en la música electrónica, la composición aleatoria, el dodecafonismo, el serialismo libre, el movimiento Avante-garde en general. El maestro siempre quiso explorar al máximo todos sus sentidos, sus potencialidades y hasta donde podían llegar sus posibilidades de expresión artística. Quería causar un impacto en sus oyentes, en sus estudiantes, deseaba hacer la diferencia, cambiar el mundo.


No pudo hacerlo, y esa frustración la expresaba abiertamente. Pero ¿Quién puede cambiar al mundo desde su propio espacio? Nadie, ciertamente. El mundo lo cambian los seguidores de los grandes líderes, no los líderes por sí mismos. Y el maestro Edgar sí empezó a cambiar el mundo de la música en el Perú a través de todos nosotros, sus discípulos, sus adeptos y sus amigos. Es más, lo sigue cambiando. Grandes maestros y líderes como Edgar Valcárcel recién empiezan lo más importante de sus tareas después de haber partido.


La gran pena que todos sentimos por la ausencia del maestro, se convertirá con el paso de los días en combustible para el cambio, y en las ganas de llevar los ideales del maestro como estandartes en nuestras propias luchas por seguir cambiando al país, en las dimensiones que nos toca: la cultura, el arte, la música, y la vida misma.


Al maestro de maestros, hay que decirle, rezando, que su tarea recién empieza a través de nosotros, porque la suya no era en realidad cambiar el mundo en solitario, sino formar y estimular a sus discípulos para que lo hagan por él, pensando en él, siguiendo su ejemplo en la medida de los posible, porque seamos sinceros, nadie podrá igualar el brío del maestro, ni su arrojo para zambullirse sin temor alguno en las tendencias más revolucionarias del arte y de la música.


Y su nacionalismo. No olvidemos su sentido de pertenencia. Primero que nada, Aymara, después Puneño, por último peruano, y al final ciudadano del mundo. Pudo haberse quedado a vivir y trabajar en Norteamérica, pues en Estados Unidos y en Canadá estudió y enseñó varias veces. Pero siempre regresó a su país para formar una familia y dejarnos atónitos ante el ejemplo del grado de excelencia artística que un peruano puede llegar a lograr.


La música está empezando, al fin, a desarrollarse institucionalmente en el Perú del siglo veintiuno. Pero sin los ideales, enseñanzas y el ejemplo del maestro no podremos impulsarla rápidamente para alcanzar en menos de 10 años (esa debe ser nuestra meta) a nuestros países vecinos, que buena ventaja nos llevan. El maestro Edgar estará con nosotros en cada momento de esta pugna.


Raul Renato Romero, Ph.D.
Alumno de armonía, contrapunto y fuga del maestro Valcárcel en la década del 70 en el Conservatorio Nacional de Música.
Director, Escuela de Música PUCP